III JUEVES
La Visitación
San Lucas. 1-39-56.
1º Por aquellos días partió María y se fue apresuradamente al país de las montañas… Atravesó la Judea amparada bajo la sombra de su perfecta humildad… “Al ver a María, Isabel contesta su saludo con las palabras de nuestra “Ave María”: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”, añadiendo: “¿de dónde a mí tanto bien que venga a visitarme la Madre de mi Señor?” “¡Oh, bienaventurada tú, exclamó, que has creído que se cumplirían sin falta las cosas que te han dicho de parte del Señor!” (12).
2º Demos gracias a Jesús de esta primera efusión exterior de sus gracias. El la apremia que las comunique, y nos la muestra desde entonces como la dispensadora de las gracias de su Corazón (13). Cuando nos visiten las horas de prueba, los acontecimientos contrarios a nuestros proyectos, en los momentos más difíciles y que nuestra situación se vuelva desesperada, recurramos a María, digámosle para conmover las entrañas de su misericordia: ¡Muestra que eres mi Madre!, y con María, y por medio de Ella, digamos también a Nuestro Señor: “En vuestra infinita bondad pongo toda mi confianza”. “Estemos seguros, que no será vana vuestra esperanza” (14).
3º Jesús dijo a Gertrudis cuando llegó la hora de sus tribulaciones y que la Santa, turbada, llamó a Jesús en su auxilio: “Te doy por Madre, la mía misericordiosísima: por Ella te dispensaré mis gracias, y cualquiera que fuere el exceso de tus penas, acude a Ella cuando sientas que te faltan las fuerzas, y será siempre fortalecida y consolada” (15).
Aspiración. – Señora Nuestra del Sagrado Corazón, espero en Vos.
Resolución. – Me propongo implorar humildemente y muy a menudo, siempre, la protección de Nuestra Señora del Sagrado Corazón para obtener los favores de que es generosa dispensadora. Acordaos.
IV JUEVES
Nacimiento de Jesús
Por aquellos días se promulgó, dice el texto sagrado (2), un edicto de César Augusto mandando empadronar a todo el imperio; edicto que trajo a José y a María de Nazaret a Bethelem (16).
2º Aquí, la prudencia humana hubiera podido detener a María; pero el Evangelio no nos habla ni de la más leve vacilación. Ella confía en Dios y parte; y confía en El hasta el fin, a pesar de la hora avanzada, de la obscuridad de la noche, a pesar del frío y de que todos rehusan acoger a la pobre y augusta Madre del Mesías. En fin, llegan al establo, y ahí, donde desde toda la eternidad se había preparado su trono terrestre, Jesús, el Salvador y el Maestro, aparece a los ojos de su Madre; y María y José ven con sus ojos corpóreos Aquél a quien adoraban, y que nos es dado a adorar y amar como ellos (17).
3º Oh María, la tierra tiene su Salvador, y sois Vos, Señora Nuestra del Sagrado Corazón, la que nos los habéis dado. Puesto que sois la Madre de Dios, tenéis un poder inefable sobre su Corazón y todos los tesoros que encierra os pertenecen. Pobres y desprovistos de todo, vendremos a Vos y Vos nos colmaréis de bienes. “Cuando comulguéis, pensad siempre en María. Ella nos ha dado a Jesús; preparémonos como El mismo se lo indicó a la Bta. Margarita María, ofreciéndole los sentimientos de su Madre, su humildad y amor en la Encarnación; sus desagravios y compasión al pie de la cruz (18).
Aspiración.- Oh, Señora nuestra del Sagrado Corazón, tomad y dadme de esta fuente fecunda que habéis hecho brotar en medio de nosotros.
Resolución. – Jesús viene al mundo para ser mi modelo. A ejemplo de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, quiero seguirlo generosamente, paso a paso.
Acordaos.
V JUEVES
María y la Presentación de Jesús al Templo
Vuestra alma será atravesada por una espada. (S. Luc., 11-35)
1º Considerad las disposiciones del Corazón del Niño Jesús, cumpliendo con esta ofrenda exterior, lo que había dicho a su Padre celestial en la Encarnación: “Héme aquí, Señor, para hacer vuestra voluntad” (19).
Entremos en sus disposiciones de abandono a Dios en la Medida que, según nos dice San Francisco de Sales, debemos practicar.
2º Entre las alabanzas que los santos prodigaron a Abraham, San Pablo exalta ésta sobre todas las otras, que creyó esperando contra toda esperanza. Dios le había prometido multiplicar su posteridad, como las estrellas del cielo y como las arenas del mar, y sin embargo, recibe orden de sacrificarle su hijo único. Abraham no perdió la esperanza por esto, y creyó que obedeciendo, e inmolando a su hijo, Dios no dejaría de cumplir su palabra. Grande, ciertamente, fue su esperanza; porque no veía nada en qué apoyarla, sino en la palabra de Dios. ¡Oh!, pero ¡cuán sólido y verdadero fundamento es esta palabra que es infalible!
Abraham fue a cumplir la orden de Dios, con una simplicidad sin igual. Anduvo tres días y tres noches con su hijo, sin saber fijamente a dónde iba; su hijo le preguntó dónde estaba el holocausto, a lo que Abraham respondió: “Hijo mío, el Señor proveerá”, ¡Oh Dios mío!, qué felices seríamos, si nos acostumbráramos a dar esta respuesta a nuestros corazones cuando algo los inquieta! “Nuestro Señor proveerá”; y sin angustiarse ni inquietarse más, como Isaac que calló en seguida, creyendo que el Señor proveería tal como se lo había dicho su padre.
Grande es, ciertamente, la confianza que Dios pide que tengamos en su bondad paternal y en su divina providencia. Pero, ¿por qué no la tendríamos, ya que jamás nadie puede ser engañado, y que nadie tampoco confía en Dios sin recibir los frutos de su confianza?- San Francisco de Sales (20).
Aspiración, Señora Nuestra del Sagrado Corazón, enseñadnos a santificar nuestras penas.
Resolución. – A imitación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, quiero hacer a nuestro Señor una ofrenda, que será de mi corazón con mucha confianza y tranquilidad. Acordaos.
VI JUEVES
María y Jesús en Nazaret
“Señora Nuestra del Sagrado Corazón, en vuestro hogar de Nazaret es donde ejercéis especialmente vuestro poder maternal sobre el Corazón de Jesús. Vos habláis, y El os obedece; no es bastante aún. El prevee todos vuestros deseos. “¡Oh misterio inefable!” (21).
“No podemos dudar de la admiración que sentiríamos, y de la edificación que nos causaría, si súbitamente el velo del pasado se levantase y pudiésemos seguir paso a paso los instantes de esa vida divina y conocer a Jesús como solamente lo conocieron María y José” (22).
3º En vuestras comuniones, hablad al Amor del amor. Hablad a Jesús de su Padre celestial, de los trabajos que ha emprendido para su gloria y regocijaréis su Corazón.
Habladle de su amor a los hombres, y le colmaréis de alegría. Hablad a Jesús de su Santa Madre, y glorificaréis su afección de buen Hijo.
Habiendo hablado a Jesús de El, El os hablará de Vos. Vuestro Corazón se dilatará a los rayos de ese sol de bondad … Su dulce voz penetrará vuestra alma …
Decidle : Mi buen Jesús, ¡qué feliz soy y qué contento estoy de venir a veros! ¡Qué amale sois haberme llamado! ¡Qué bueno sois de amar a una criatura tan miserable como yo! ¡Oh, cuánto quiero amaros en correspondencia! (23).
Todos los santos amaron a Jesucristo: el amor a Este es el término de la santidad; mas este amor no tiene igual carácter en el corazón de los santos. El que más descuella en el amor de Santa Gertrudis es la confianza. Parece que mejor que nadie entendió estas palabras de Jesús: “Sabedlo, soy Yo quien os lo enseña, soy dulce. No temáis, tened confianza, soy Yo” (24).
Aspiración.- ¡Oh Señora Nuestra del Sagrado Corazón, qué felicidad ser vuestra poderosa protección.
Resolución.- Soy hijo de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Que Ella reine en mí, con el Corazón de su Hijo.
Acordaos.
VII JUEVES
María en las bodas de Caná
“¡Oh Señora Nuestra del Sagrado Corazón!, en esta circunstancia solemne, se manifiesta especialmente el poder que tenéis sobre el Corazón de vuestro Hijo. Le pedís un milagro, y aunque su hora no ha llegado todavía, El lo opera, sin embargo, para mostrar a todos que no puede rehusaros nada” (25).
2º María tiene un poder absoluto sobre el Corazón de Jesús. “Ella es la Madre del amor perfecto”. A Ella debemos dirigirnos para ser abrasados por su amor. Aún los mayores pecadores no deben perder la esperanza de alcanzar gracia por María; Ella es el auxilio del Mundo entero. Sin un tierno amor para con esta Madre de misericordia, no debemos esperar conseguir la entrada en el Corazón de Jesús”.
Un día en que Santa Gertrudis decía con mucha devoción estas palabras de la Salve: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, la Virgen Santísima se le apareció, mostrándole los ojos del Niño Jesús que llevaba en sus brazos. “He aquí, le dijo, los ojos tan misericordiosos cuyas miradas puedo volver cuando quiero sobre aquellos que me invocan” (26).
3º Al prepararnos a la comunión, pidamos a esta buena Madre nos penetre de confianza, la confianza honra más a Dios que el temor… Y si después de la comunión estáis ordinariamente áridos y sin devoción, es que no os penetráis de la tierna bondad y del amor íntimo de Nuestro Señor. Dejad que vuestro corazón se dilate. Escuchad su voz interior que no es sino la manifestación de su bondad y de su dulzura (27).
Aspiración.- ¡Oh Señora Nuestra del Sagrado Corazón!, enseñadme a esperar con paciencia las disposiciones de la Providencia y a pedir con una confianza ilimitada las gracias de que tengo necesidad, aun cuando todo parezca desesperado (28).
Resolución.- Recurriré a Nuestra Señora del Sagrado Corazón en mis diferentes necesidades, y le hablaré sobre todo de mis miserias espirituales. Acordaos.
VIII JUEVES
Compasión de María
“Mujer, he aquí a tu Hijo” (S. Juan, XIX, 26)
1º Considerad, en el Calvario, al Corazón de Jesús y al Corazón de María, embebiéndose, por decirlo así, el uno en el otro, por un cambio misterioso e inefable de todo lo que el dolor tiene de más agudo, y el amor de más generoso y de más heroico.
Oíd a Jesús que os dice: “He ahí a tu Madre”. Era mi Madre por la Encarnación, y ahora me está más unida aún por su compasión, quiero que sea también la vuestra; le comunicaré mis tesoros, ministros de mi omnipotencia, dispensadora de todas las gracias de que mi Corazón es la fuente.
1º “Venid, soy el Dios de vuestro corazón” (1) (29).
2º “Las almas que tiemblan sin cesar al acercarse al banquete eucarístico, no tienen una verdadera inteligencia de la comunión. Es preciso que olvidemos nuestras miserias, la distancia infinita que nos separa de Dios, no pensar sino en nuestra necesidad. ¡Nuestro Señor lo quiere! Vela su santidad, su poder, y nos deja ver sólo su bondad, a fin de que nos acerquemos sin temor. Estamos en nuestro derecho, orque tenemos hambre, y ya no podemos más…” (2).
“¡Nuestro Señor nos ha dado a su misma Madre!, y Esta tiene en sus manos el Corazón de su Hijo; recordémosle en la comunión” (3) y recordemos también que la gracia de preparación a la comunión, es una gracia de confianza, no de examen, ni aún de oración. Esas cosas son buenas, pero la verdadera preparación es la confianza, en estas palabras: “Venid, soy el Dios de vuestro corazón”. “Mi Madre es también la vuestra” (30).
Aspiración.- ¡Oh Señora Nuestra del Sagrado Corazón!, sed mi sostén en mis sufrimientos y mi consuelo en mis penas.
Resolución.- En las pruebas de la vida, jamás me separaré de mi Divina Madre. Acordaos.
IX JUEVES
María, al pie de la Cruz
1º “Sola, Ella sentía toda la amargura de las irrisiones, de las blasfemias y de las burlas proferidas contra Jesús; sola, oía los suspiros, los gemidos y las últimas palabras de su Hijo, al que contemplaba desamparado de su propio Padre” (31).
2º “Refiérenos el Evangelista San Mateo, que Jesús lanzó ese grande clamor de angustia cerca de la hora de nona: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado?”
“Cualquiera que puedan ser las torturas de la inteligencia, todavía el corazón humano tiene desolaciones mucho más crueles.”
“De todas estas desolaciones, Jesús ha querido concentrar el compendio, la quinta esencia, en un espacio de tiempo cuya duración os es desconocida, pero que ha bastado para hacerle conocer el inenarrable dolor del supremo desamparo, ha querido compadecer y compartir así los sufrimientos de la pobre criatura humana”.
“Así, pues, en las desolaciones, en nuestras angustias de cualquiera especie, siempre que nos prosternemos al pie del Crucificado, no nos alcemos de allí antes de haber oído al Salvador repetirnos: “He ahí a tu Madre”. Héla ahí de pie junto a tu cruz como lo estaba junto a la mía; “héla ahí también presente en tu lecho de agonía y tiernamente inclinada hacia ti en tu última hora” (32).
Aspiración. – Señora Nuestra del Sagrado Corazón, mostrad que sois mi Madre, ahora y en la hora de mi muerte.
Resolución. En la comunión pediré a Jesús no olvidad jamás que María es mi Madre y que Ella es la esperanza de los desesperados. Acordaos.